domingo, 2 de noviembre de 2008

Tamara

Quizá alguna vez este envío llegue.
He echado a rotar a mi linterna. La tengo frente a mí a 30º de la eclíptica de mi cabeza. Cuando agote sus pilas le diré adiós a mi cuerpo. Valsvat esta cansada de reciclar. Ya he tomado, dicen sus registros, 7234 veces el mismo agua, las provisiones se han acabado.

Mañana arrojaré el cuerpo de Tamara al espacio.
Lo haré como ella me lo ha pedido. La sacaré en el cofre de animación suspendida y cuando apenas sea un punto más en el visor desataré los cerrojos.
Su cuerpo mórbido saldrá despedido y estallará de presiones internas, y Tamara abarcará todos los radios. Digno funeral de mi compañera de viaje. Yo no tendré la misma suerte, quizá alguna vez encuentren la nave, que seguirá titilando señales, y a mi cuerpo atado a un tubo.
¿Me pareceré a los esqueletos de las mazmorras medievales?

Estoy a 7 días luz del jardín que me vio nacer. Distancia ridícula. Ciro sigue impasible en mi ventanilla, tan lejos que cuando salimos. Veo a través del cristal el rostro hibernado de Tamara. No podré terminar de aprender su idioma. Creo que ella siempre supo que no volveríamos.

Hace frío. Valsvat encendió su luz roja, otro panel dejó de funcionar. Debo cambiar de planes. Tamara quería que alcanzáramos la zona del gran eclipse para ser ella la luz.

Pongo el cofre... hey... encendé tu luz... grabame y transmitime... ahora va mejor... repito 1,2,3...

Pongo el cofre en la cámara de vacío. Cierro las escotillas internas. Abro las externas. El espacio está limpio y oscuro como siempre. Empujo el cofre ataúd de mi compañera...
Disculpen radio captores... se me anuda la garganta... ahí va ella a 10m/s, en 30 minutos presionaré “Open” y la entregaré a su esencia.

La linterna sigue girando como boba, asida de la nada.
Houdini me envidia, yo la envidio a Tamara, ya no la veo.
Adiós amiga.

Rezaré un responso.
Quizá el universo se apiade de mi soledad y me atraviese de meteoritos.

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