domingo, 26 de octubre de 2008

Plagio IV: Invierno de Soles Rojos

El Plagio

Invierno de soles rojos, enanas blancas. Invierno de manchas solares. El otro día perdí el azimut entre esos astros. Algún amanecer de sextante entre mis espejos.Yo floté de arneses sobre la bóveda del observatorio. Rajé a patadas a los cormoranes que me cagaban la lente. Y siguieron cantando a la vida, ¿Qué será eso?

Invierno de teleobjetivos. Invierno de trayectorias erráticas, gravitatoriamente inexplicable, quisiera con razón, que K12787 no se esconda cuando pase M4555 como loco. Quisiera que permanezca como lo tengo calculado entre la boca de la Hydra. Como yo, que permanezco con el cuello duro y las escleróticas hinchadas,sin imaginar que quizá en toda esa belleza del universo, se halla jugando a las escondidas con los quasares, robándole ceremonias al Cosmos.
Por eso cuando vienen los días exactos del perihelio, al equinoccio le cuesta abandonar su eclíptica, intenta vibrar en todas las cuerdas de los espacios tubulares, pero el afelio acomete de Coriolis, temblando la Falla de San Andrés. Ya me acostumbré a esperarlo cada 24 de junio a las 2: 45hs desde aquel 1969.

Es inaudito que yo ser racional, cientificista, crea que aquel niño que dormía en la habitación de al lado esté prendido de la roca de K12787.
Si todavía recuerdo cuando jugábamos a las bolitas, su corazón palpitando, su sonrisa, su canto a la vida no transitada, desafiando el titilar de la Géminis V que pasaba exactamente a las 7 de la tarde. Creo que se escapó con un cometa de Saint-Exupéry, dejando a una madre más demente por el retoño que volaba, un hermano oliendo el aroma a calas, buscando el alma en los rincones para volverla a poner en su sitio.

Invierno de despedidas.
Invierno de carabelas a la luna.
Invierno de saltos largos y lentos sobre la luna. Sin poder conocer sus alas, se quedó dormido, y andará navegando, vaya uno a saber entre que campos gravitatorios.
K12787 no te vayas...

Universo no te precipites sobre nuestros agujeros negros, que tengo una magia de espejos y refractarias, y, si realmente quedamos sin tiempo, porque es fin de este eón, no tritures los meteoros y los lances en picada al centro de las estrella fijas, dejalos que vaguen entre los cinturones opacados, esos que despiertan cuando los planetas estallan de iniquidades, dando la espalda a los milagros, dejá que las traslaciones sean calculables y no difumines sobre el manto oscuro de la noche, esas constelaciones nuestras, cuentas de certezas, de dados que siempre dan resultados distintos.*
No te inmiscuyas en mis momentos** mientras evalúo el tensor de inercia de las Pléyades para poder rebautizar los guijarros con nombres más humanos.
Nuestro último consuelo.




* “Dios no juega a los dados” (Albert Einstein, al oponerse, en un principio, a la teoría cuántica)
**Momento, en el sentido físico de la palabra.


El Tema

Otoño de rosas amarillas.

Otoño de rosas amarillas...
Otoño de soles gigantescos...
El otro día me perdí entres esos astros que brindaban
algún que otro amanecer descuidado de rencores,
Yo caminé sobre el piso del cielo, me maravillé con los sonidos de ñps pájaros en el momento que le roban una canción a la vida.
Otoño de pimpollos...
Otoño imcomprensible, inexplicable, quisiera de corazón
no te escondas cuando llegue apresurado el invierno loco...
Quisiera que permanezcas como permanecen las rosas en sus hoyuelos,
como permanezco yo recostada sobre la hierba frescas sin imaginar quizás,
que sobre toda hermosura del invierno, te hallas tú, robándole momentos.
Por eso cuando viene el invierno, al otoño le cuesta desprenderse de su día, trata de sujetarse de todas las ramas frágiles que cuelgan de los árboles mudos, pero es imposible que el invierno no lo arrastre hasta el olvido.
Uno se acostumbra a sentir nostalgia por el otoño cada 21 de julio...
Pero es extraño, es inaudito, creer que el invierno ha tomado posesión de este día.
Todavía siento el calor sacudiéndome, aún las risas de las flores me contagian, los himnos de los cielos se aventuran a desafiar a los unicornios que huyen despavoridos de sus cárceles; los niños huelen a trigo, las mamas se sientan a contemplar las minuciosas pérdidas de alguna que otra hoja que estaba desprevenida, y creo que hasta la toman y las devuelven a su sitio.
Otoño de promesas...
Otoño de aventuras...
Otoño sobre las ruedas de algún invierno lento, que no ha podido abrir sus alas completamente, aún se encuentra dormido, vaya uno a saber por que campos vespertinos...
Otoño no te vayas...
Invierno no te precipites sobre nosotros, robándonos nuestro otoño mágico...
Y si realmente vienes porque la madre naturaleza te lo ha exigido, no tomes al otoño
del cuello y lo lances a patadas, dejalo que viva entre las flores dormidas, aquellas que sólo se despiertan cuando viene el otoño con milagros a su espalda; también deja que los días sean buenos y....

Verónica Cento

Publicado en Poesía.com el 02/08/2001

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